LAYA II, ‘calidad, especie’, probablemente del port. laia íd., donde es palabra más antigua que en castellano, y además significó ‘lana’; como en esta ac. es alteración dialectal del port. ant. lãa (hoy lã), lat. LANA es probable que la otra ac. salga de ésta y que se partiera de frases como dois vestidos da mesma laia por ‘de la misma lana, de la misma estofa’.

1.ª doc.: Aut.

Este diccionario sólo dice «calidad o casta de alguna cosa: y assí se dice esto es de otra laya». No conozco testimonios anteriores del vocablo y Aut. tampoco cita ninguno; ej. del andaluz Estébanez Calderón (S. XIX) en Cej. VII, p. 105. Parece haber sido palabra recién importada en el S. XVIII. Según Mahn, Etym. Untersuch., 9-10, la empleó ya el P. Isla († 1781) en su traducción del Gil Blas, escrita en sus últimos años. En España es voz de tono más bien literario y de carácter afectivo. En la Arg. la emplea el habla gauchesca, en tono meramente descriptivo, como equivalente de ‘manera de ser’: «el muchacho rebosó de energías, se le hinchó el pecho y redobláronse sus afanes; en toda su laya advirtió la madre que lo iba a perder» (Alberto Córdoba, La Prensa de B. A., 9-VI-1940; otro ej. parecido del mismo autor, ibid. 25-VIII-1940); «paisanos de todas layas» en B. Hidalgo, «bichos de todas layas» en Ascasubi, «esas trampas no enriedan / a los zorros de mi laya» M. Fierro I, 952. Ese mayor arraigo, tono más popular y contenido semántico más amplio en la Argentina que en España son muy favorables a un origen portugués. Ahora bien, en Portugal también es palabra más popular y más antigua: laya de gente aparece ya en la Eufrosina de Ferreira de Vasconcelos (h. 1537), «e assim aos outros authores desta laya» en la Chorographia de Barreiros (1561), citados por Moraes y Bluteau.

Gonçalves Viana (Ap. II, 55), fijándose en que es expresión despectiva, quiere partir del gitano lay, que significaría lo mismo: la idea debe rechazarse porque no había gitanismos todavía en Portugal ni en España en la primera mitad del S. XVI (no se hallan hasta el XVIII o fines del XVII, y faltan del todo en J. Hidalgo, que es de 1609); por lo demás, ese gitano lay no será antiguo ni estará extendido en este lenguaje, cuando falta en el léxico comparado de Miklosich y en el de Borrow; sólo encuentro laia ‘plata’ en Coelho (Os Ciganos de Portugal, p. 86), que lo mismo que lay será, por el contrario, portuguesismo (moeda de boa laia ‘de buena plata’). Más atinado estaría Vieira al deducir laia ‘especie’ de laia ‘lana’; efectivamente, en esta ac. el vocablo es anticuado según Fig., pero en el Minho significa todavía «tecido de lƟ, semelhante ao fio de Escócia»; Bluteau dice que laya es «a là mais fina que ha», y pone como ej. meyas de laya, pero Moraes pone sencillamente que decir meyas de laya es lo mismo que meyas de lã, y así debe de ser, pues será sencillamente variante dialectal de la, antiguo laa , en el cual se intercaló y como consonante antihiática, lo mismo que en cheia de cha PLENA, veia de VENA. En efecto, es sabido que la a nasal tiene en portugués un timbre mucho más cerrado y palatal que la a ordinaria, de suerte que en muchas partes del país vecino se confunde del todo o por lo menos se trastrueca frecuentemente con la nasal, así por ej. en los Algarbes (Nunes, RL VII, 38). Algo nos hace dudar el encontrar en Évora pessoas da mesma leja «da mesma idade e convivio» junto a leja «cardume, multidƟo» (RL XXXI, 126), pero es dato muy aislado, sin confirmación en ningún diccionario ni, que yo sepa, en otros glosarios dialectales; como la e ante consonante palatal se confunde también con a en las tierras portuguesas meridionales, bien puede tratarse en realidad de una pronunciación laja, y tendríamos entonces la y pronunciada Ȥ como en muchos puntos de la vecina Andalucía.

Se han propuesto otras etimologías que no pueden tomarse en consideración. Ya Diez rechazó toda relación con el ags. lag, a. alem. med. leye ‘ley, manera de ser’; con razón, pues la forma gótica o sueba sería *LAG o algo análogo, que de ninguna manera explicaría la y romance; Larramendi, seguido por Humboldt, Mahn y Diez, sugirió que fuese lo mismo que el vasquismo castellano laya ‘herramienta de cavar’, con la rebuscada explicación de que la tierra dura del País Vasco requería que varios trabajadores apretaran una misma laya, y de ahí vendría la otra ac.: como notó Schuchardt (ZRPh. XXIII, 199) esto es increíble, y hay que separar los dos vocablos, entre otras razones porque el vasquismo en cuestión es muy reciente en castellano y desconocido en portugués. Baist, KJRPh. VI, 392, indicó vagamente una identidad con el fr. laie ‘camino forestal que rodea un trecho de bosque en venta’, vocablo que se cree procedente de un fránc. LAIDA ‘camino’, pero como esta voz germánica no pudo llegar al castellano directamente sería preciso admitir un préstamo francés, y si bien es imaginable que ‘camino, vía’ pase a ‘especie’, no lo es que se llegara a este sentido partiendo de la clase específica de camino descrita arriba: por ello M-L., que todavía vacilaba en la primera edición de su diccionario, borró resueltamente esta etimología en la 3.ª Finalmente Spitzer, ZRPh. XXXIX, 617, supuso que venía del fr. ant. lei ‘ley’, comparando el cast. de soslayo, arag. de vislay, que procederían del fr. ant. a besloi; pero esta última etimología es muy problemática y seguramente falsa; en cuanto a laya < lei, no haría falta recurrir al francés para justificarla semánticamente, pues también ley se empleó en castellano, como en catalán y en otros romances, en el sentido de ‘especie’ («que qualquiere persona, de qual quiere ley o condición sia... pague...», en el fuero aragonés de 1350, RFE XXII, 25): la dificultad no está ahí sino en la fonética, y para ello el francés, antiguo o moderno, sirve tan poco como el castellano, pues no se justificaría el paso de ey u oy a ay, y tampoco la -a agregada.